domingo, 7 de diciembre de 2014

Etnografía visual: Un jardín como refugio


Catalina Cano
Fernanda Abdalah
Gonzalo Palma

Al llegar al barrio “20 de Julio” con lo primero que te encuentras es una cancha, que se le conoce también como un estadio, y que pareciera camuflarse con el árido color del entorno que lo rodea. Es la cancha del equipo Huracán Las Heras. A su costado hay una estructura que se asemeja a un arco de fútbol acompañando el paisaje de tierra y sequedad. 

Durante la mañana hay poco flujo de personas, como es sólo un terreno vacío, no hay motivo alguno por el cual la gente pasaría por aquí. Esto hace que sea un lugar silencioso, donde tus pasos son el único sonido que se manifiesta al transitar por ahí. Sin embargo en la tarde cobra vida, parece no importar el paisaje, los niños y jóvenes se apropian de las canchas improvisadas al costado del estadio. 



Foto 1: La gradería. Barrio 20 de julio, Mendoza. 10 de octubre, 2014. Fotografía: Catalina Cano

No hay mucha sombra, los árboles que existen recorren el costado de la avenida principal o las calles residenciales. En este espacio escasea el verde. Todo este gran espacio está iluminado por el sol, haciéndolo sentir más seco aún. 

En el panorama aparece un lugar colorido que contrasta con el gris cafesoso que predomina, este es el jardín maternal Rayito de Luz. 



Foto 2: Panorámica. Barrio 20 de julio, Mendoza. 6 de octubre, 2014. Fotografía: Catalina Cano

A pesar de la acumulación de basura, los cartones de vino botados, las calles de asfalto que cruzan el terreno y la falta de colorido, este se alza como una fortaleza dentro del barrio.



Foto 3: La fortaleza. Barrio 20 de julio, Mendoza. 10 de octubre, 2014. Fotografía: Catalina Cano

El jardín con sus colores rompe con la monotonía del paisaje árido, haciéndose notar desde la distancia como un nicho particular. Este lugar alberga a muchos niños que buscan refugio en Rayito de Luz. 


Foto 4: Canchas. Barrio 20 de julio, Mendoza. 10 de octubre, 2014. Fotografía: Catalina Cano

Llama la atención de inmediato el contraste, se nota que se espera guardar distancia con el exterior, con el portón metálico cerrado y las ventanas abarrotadas. 


Foto 5: A la distancia. Barrio 20 de julio, Mendoza. 6 de octubre, 2014. Fotografía: Catalina Cano




Foto 6: Jardín maternal Huracán Las Heras. Barrio 20 de julio, Mendoza. 6 de octubre, 2014. Fotografía: Catalina Cano

La diferencia es mayor una vez dentro del lugar. La alegría fluye por las puertas de cada salón. A la entrada, con sus respectivos cursos, los niños denominados bajo seudónimos de frutitas, cantan a todo pulmón a la bandera, como si supieran lo que significa semejante acción, la idea es cantar, pasarla bien y destacar. Ya no existe el silencio preponderante de afuera, hay ruido, y se siente un ambiente más vivo. Entrando a sus respectivas aulas, algunos se sentarán ordenados y otros se van a desatar, arrastrándose en el suelo, buscando afecto en las adultas presentes y colgándose de los brazos de las auxiliares, a algunos pareciera no importarles dónde están. 

La profesora sale de la sala y se forma una anarquía de niños. Los niños corren de un lado a otro, gritan, ruedan y giran, ya no hay autoridad. 



Foto 7: Patio de juegos. Barrio 20 de julio, Mendoza. 10 de octubre, 2014. Fotografía: Catalina Cano

Estando en el patio del jardín, pareciera que se está en un lugar distinto, la basura y el paisaje seco se olvidan y lo que prima son los colores, los juegos y un ambiente de armonía e inocencia, hasta un cachorrito juguetón paseaba entre el inventado pasto y las flores. Es un refugio de alegría para los niños y para todo el que esté dentro, se olvida rápidamente el lúgubre paisaje exterior, y se siente el cariño. Es rescatable lo que hacen las profesoras y auxiliares dentro de este jardín, se construyó un ambiente de amor y alegría para estos niños sin importar donde fuese y lo que costase.

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